martes, 12 de julio de 2011

Nadie, Cap I, 1a parte El Reflejo

Seremos las ratas de la ciudad,
los helados párpados de los muertos,
seremos el silencio,
las nubes cargadas de polvo,
el olvido, la soledad, el desierto,
Ahora que me he vuelto la bestia
en las astillas del espejo,

M.H.

Cap. I
1ª parte El Reflejo


De niño me contaban que había un viejo que pastoreaba historias, que recorría los caminos del mundo recolectando sus rumores, sus tras reflejos, los suspiros que habitan la hora entre la luna y la explosión del sol en el lejano occidente, de niño me contaron cuentos para poder soñar y saborear las delicias de los jardines de frutas de colores y sabores de miles de formas, las hadas que viven en la noche iluminada por las palabras fugaces que rompen el cielo del silencio cuando se pide un deseo...
De niño con tan sólo cerrar los ojos, tenía cientos de voces que hacían las veces de directores de escena de los escenarios de viajes y narraciones, la boca se me inundaba con los sabores de miles de caminos, miles de puertos, miles de aventuras que iban desde encontrar una ola gigante en el mar de los colores hasta probar un fruto con forma de arrecifes de coral, los alimentos de las sirenas… cuando era niño, le cedía cada noche, cada día, cada hora eterna que habita en los cinco minutos en que pierdo la mirada, le cedí al pastor de historias todos mis cuentos, todas mis tormentas de primavera, el resto de mi mirada cerrada.

Cuando mi alma era un niño me llenaba las vísceras de caminar por la ciudad, hasta que un día al mirar los portales del pueblo viejo de la ciudad, con los cafés llenos de gente, recordé en el trance de un trago apurado por un solo golpe, como si todos los recuerdos de los días se derrumbaran de un solo paso de danza, como si se fracturara la nostalgia los tobillos y se abriera la puerta de la jaula, recordé los comentarios que hacíamos con los amigos sobre la luz de la luna llena del otoño, todos los días comentábamos la luna y sus galantes nubes, ese día al calor del café, reímos de los absurdos de lo cotidiano, el café y sus pasajes nos alegraban las tardes, no teníamos prisa en la cuenta del café ni en la cuenta de los días, son felices y corre un viento fresco del sur y nos dejamos acariciar por la fragancia de los paseos de nuestras chicas y sus chicos, éramos la gran familia de adictos a conversaciones inútiles de datos tontos y nuestra risa era fácil, nuestra risa acudía con la misma felicidad que la boca muerde la manzana de otros labios y que la ausencia de la guerra nos parece el viento fresco que empapa al calor del verano, con los tonos propios del impresionismo feliz, Debussy inundaba con sus notas toda la ciudad y los árboles se daban gusto arrullando sus frutos al dorado del otoño, casi cualquier cosa se disfruta por la ciudad, desde leer el periódico hasta el simple y elegante acto de perder el tiempo sentado por las bancas de los parques, las lloviznas, el sol, las tardes, el notorio estado de la luz diferente de la paz del otoño, el día se mueve entre la exactitud del calor amable y el viento fresco, vivir en la paz despertar en el otoño y dormir en primavera, caminando por esta ciudad tan llena de alegría y rebosante de paz, me detuve a contemplar los árboles del parque, comprendí que había que hacer algo, con el monstruo, con las cadenas, con esta Ciudad que es la jaula del tiempo, la trinchera de las historias, una puta de lujo, el rabo de los huracanes, la maldición feliz de nuestra esperanza para salir vivos de este intrincado sueño.

He sido partícipe de la destrucción de una ciudad, no como los simples mercenarios que se dieron gusto con las mujeres y la tortura, no como los soldados que avasallaron los tesoros de Tebas y se llevaron a sus hombres como esclavos y quemaron sus templos, no como cómplice o libertador, yo soy el autor de la destrucción, yo he construido la trampa, el dulce sabor de almendras del cianuro que derramamos en las vísceras del enemigo, cargaré en mi espalda los muertos de las ideas que nacieron en mis sueños, en las pesadillas de los niños, el pastor de historias recoge ahora las historias muertas de los moribundos de las trincheras, los gritos, las lagrimas secas, la canción de cuna de los lamentos, soy yo el responsable de que haya caído y el responsable de destruirla hasta sus cimientos, que la memoria no guarde nada de ella y maldiga sus templos, su arte, la fiesta de sus ancestros.
Yo la he destruido y sobre la sangre y la carne derramada se reconstruyó, Yo soy el arquitecto y el enterrador, yo soy quien no debió haber… hoy poseo la nada sin la quieta calma de la rutina de envenenarse un poco todos los días con el vino de la alegría de la incertidumbre, hoy me he despertado en el terrible limbo de la paz como maldición que se cierne sobre mi espalda y el barco de mi destino.

Estoy cansado, hoy es ayer y la noche es el día, tengo la lengua seca y mi espalda es lecho de un río de sudor, he navegado por los arrecifes de sueños llenos de tormenta , aterricé en las playas de una ciudad que lo mismo planta tragedias que cosecha sonrisas, sigo caminando en las lejanías de mi cabeza que parece que va estallar del silencio sordo de las explosiones, parecería que por fin me he levantado de la cama y que podría llegar a caminar por las laderas de los parques que rodean la casa de campaña que habito, Hoy por la madrugada me he levantado entre los suspiros de la ciudad que va despertando y todavía me temblaban las piernas por el recuerdo del sabor de los arcoiris o de los caramelos que se hacían en el fondo de la taza del café, la luz de la memoria se remite a colores entre el negro y el gris absoluto del recuerdo de una simple ciudad, que vive ahora por renacer de sus propios conflictos.
¿cuántas cosas se esconden en una frase tan ligera? ¿cuántas actas criminales se encierran en el cofre de los libros de historia? ¿cuántos secretos se guarda el testimonio del Silencio?

Me levanté hacia el cuarto del baño, todavía el sol no asoma sus brazos, me levanté todavía a oscuras, encendí la luz del baño abrí el grifo y dejé que el agua fresca recorriera mis manos, tomé un poco, me empapé la cara mientras derramaba sobre mi cabeza, levanté la mirada para revisar mi rostro en el espejo, lo volví hacer, lo hice cuarenta veces… desde esto ha pasado mucho tiempo, el suficiente para percibir que no estoy en un sueño, me deje caer otra vez en la cama, con los nervios en punta como canción de cuna, no he logrado verme en el espejo,

no me reconozco en el reflejo…

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