jueves, 9 de diciembre de 2010

La reverencia al viento

Ha caído mi ciudad, la sagrada ciudad del árbol de mis fueros,

Mi pueblo se ha rendido al fuego y la tristeza,

Se derrumban las casas viejas al tiempo del bombardeo,

El silencio ha penetrado todo, la salas, la cocina, las pestañas de los niños.


No quisiera ser afable con las balas, de cualquier modo entraran

al clan de mi carne

Que se servirán de la mesa de mi sangre, harán de mi alma

un vagabundo sin casa,

No quiero ser educado con la muerte de fuego, la que entrará

por el revés de mi pecho,

Abriendo las puertas a mordidas, sin que mis piernas pretendan,

Organizar una huida, una fuga, una retirada,

Mientras la muerte hace posada en las alas de mi espalda.


No la recibo de frente, ¿para qué darle el gusto?

¿Para qué hacerle saber que es importante?

El pelotón está a mis espaldas, mi corazón quiere volar lejos,


Mi mano se tiende ante mí, la sangre ilumina mis dedos aferrados a la tierra,

hoy caigo lejos de la risa, cerca de la tristeza de mi destino,

Lejos de la mesa de mis ancestros, con mi madre tierra pisoteada,


La campaña por el alto escudo del Roble, del Cedro, del canto del Cenzontle,

mientras sigan matando las lagrimas de lo nuestro,

los padres fundadores de la siguiente lucha son mis asesinos...


Mi voluntad permanece dentro

la que vivirá sobre las ramas altas de mi senda,

Cuando mi mano sea de nuevo, la casa de las aves, la mirada de los míos...


Hoy por la tarde, frente a mi árbol, mientras recito el padre nuestro

a mi madre tierra,


Mientras me sumerjo en las noches sepia de la tierra,

hoy muere mi carne,

se seca mi aliento, se apaga mi sangre,

mi espíritu le hace la reverencia al viento,

para que mi lucha viva...


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